La influencia de la arquitectura gótica manuelina y una vieja contienda con nuestros vecinos lusos, que reivindican la pertenencia de Olivenza a Portugal, contribuyen a que esta villa tenga una personalidad muy especial.
Las calles de la población, bautizadas con las dos lenguas, portugués y castellano, son un laberinto silencioso dentro de un recinto de murallas en las que sobresale el castillo, la iglesia de Santa María, el templo de la Magdalena, con sus pilares torneados y la fachada del Ayuntamiento, con un portal de inconfundible diseño manuelino.
A las afueras, el río Guadiana hace un bonito recorrido sobre el que se pueden ver los restos del monumental puente de Ajuda, pendiente de una restauración que no llega nunca. Y aguas abajo el cauce se abre en el enorme embalse de Alqueva, compartido por el Alentejo y Badajoz.