La Iglesuela del Cid

Un accidentado paisaje montañoso rodea esta hermosa localidad que se remonta a tiempos de los cartagineses, cuando era conocida como Athea. A partir del s. XV recibió su nombre actual, asociado a la figura del Campeador ya que, según cuentan, fue quien mandó reconstruir su castillo. Esta sería una de las últimas fortalezas de los templarios hasta la prohibición de la orden y su expulsión del país. Del primitivo recinto se conserva la llamada Torre de los Nublos, unida al castillo mediante un pasadizo en el que descansa el edificio del Ayuntamiento. Junto a él se alza la iglesia de la Purificación, con elementos góticos y una espléndida torre barroca. Muy cerca de la torre puedes ver un portal de la antigua muralla, así como los primitivos lavaderos bien conservados. Además, la Iglesuela ha preservado un buen conjunto de casas solariegas, que se construyeron entre los siglos XV y XVIII y que son una prueba de la pasada riqueza de la villa, renombrada por sus talleres dedicados a la lana. Una de las escapadas próximas aconsejables es la que te llevará a la ermita de la Virgen del Cid que, según cuentan, ocupa el lugar de una construcción romana del s. II.